"Salomé" del pintor armenio Vardges Sureniants (1860-1921)

PRENSA






2018

EL FILBA NACIONAL VIAJA A UN PARAÍSO SERRANO POBLADO DE ARTISTAS


4 de abril de 2018

Escribe Daniel Gigena en la Sección Cultura de La Nación:

"La vida cultural aquí es muy interesante, si se tiene en cuenta que es una localidad chica -dice la escritora y traductora Violeta Balián, que vive en La Cumbre desde 2005-. Contamos con dos librerías, El Viejo Libro, de usados, y La Casita, dedicada al género infantil. Se habla también del regreso de Roger Koza y sus ciclos de cine experimental. La Biblioteca Ruznak continúa sirviendo a la comunidad, aunque en otros años albergaba clubes de lectura". 


2017




MARTES 22 DE AGOSTO DE 2017 • 10:02


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LA NACION
Fragmento final de la nota de Daniel Gigena


Fan de H. G. Wells, de Philip K. Dick (sobre quien escribió, en 1992, Kindred Blood in Kensington Gore) y de William Burroughs, Aldiss mismo pasó a ser un autor de culto. Consultada por LA NACION, la traductora y narradora Violeta Balián, admiradora de la obra de Aldiss, remarcó que con Barbagrís (1964), el autor británico se alejó de la ciencia ficción dura para hacer énfasis en el aspecto humano del género. "Con una escritura elegante y algo pasada de moda recrea un escenario inmensamente triste, un mundo posapocalíptico en el que la humanidad sufre el resultado directo de un accidente nuclear -dice Balián-. La tierra está saturada de radiaciones. Hombres y mamíferos grandes, esterilizados. No hay niños. En tanto, la sociedad envejece y las ciudades cesan de funcionar. La gente se refugia en los campos. En busca de algo mejor, Barbagrís y su mujer abandonan su aldea y en un recorrido final por el Támesis, observan cómo muere su mundo, apenas iluminado por débiles rayos de esperanza entre tanta oscuridad." El autor de fábulas sobre mundos caídos falleció ayer, dejando como legado una obra tan vasta como exploratoria.






Por Daniel Gigena
Beatriz Margossian, Cósmico, 2014
Entre 1915 y 1923 tuvo lugar en el Imperio otomano uno de los mayores genocidios del siglo XX. El gobierno nacionalista de los Jóvenes Turcos, temeroso de una sublevación étnica en territorios de su país (o, al menos, con esa excusa), exterminó y deportó a millones de armenios. A cien años del episodio, el Estado turco aún hoy niega su responsabilidad en la masacre. Entre los distintos destinos forzados donde las familias armenias encontraron amparo a partir de la Primera Guerra Mundial, estuvo la Argentina, que fue, según cifras de las entidades armenias en el país, el primer destino de América Latina y el tercero del mundo. Durante la posguerra y hasta entrados los años 60 llegaron varias familias armenias desde países europeos. Hubo una tercera oleada de inmigrantes de ese origen que se instalaron en ciudades del país, como Buenos Aires, Rosario y Córdoba, luego de la caída de la Unión Soviética en 1991.

Además de empresarios, deportistas e historiadores de renombre, la comunidad armenia influyó de manera notable en la cultura local. Músicos, artistas y escritores hicieron aportes destacados en el país huésped. Del pintor Jorge Demirjian a Manuel Alemian, poeta y editor; de Alicia Terzian, compositora y concertista, a Pablo Kachtadajian (que es mucho más que el autor de El Aleph engordado), los artistas de origen armenio imprimen una huella única a la producción artística nacional, incluido el teatro y el cine con la presencia del recordado Martín Adjemián.

Ana Arzoumanian publicó en 2015 Del vodka hecho con moras (Libros del Zorzal), texto sobre el que el director de teatro Román Caracciolo escribió la obra Tengo un apuro de un siglo, que ganó el primer premio del Teatro por la Justicia. Hace poco, la editorial Aras de Estambul publicó El depósito humano: una geografía de la desaparición, otro libro de la autora en su traducción al turco. Poeta y ensayista, Arzoumanian cuenta sobre su trabajo como escritora de dos culturas: “Mi lugar en el mundo es el texto. Allí escribo en castellano con un perfume a nogal seco, a incienso. Allí invento una genealogía que sobrevuela vacíos, entre la voluptuosidad poética del mestizaje y la pronunciación del refugiado. Allí, el lenguaje puesto en una especie de insurrección. En el lugar donde se suspenden las certezas que se arroga el monopolio discursivo, edifico una lengua que intenta asumir los trazos de voces perdidas. Escribir el eclipse es una manera de recordar esa extrañeza. Ya no una descripción de los hechos desde la norma, desde lo codificado, sino desde el exceso. Los cuerpos como lugar de deseo y de vulnerabilidad, como lugar público de exposición se preguntan una y otra vez: ¿Qué soy sin vos? Al borde de esa pregunta hay una incandescencia, la transformación de la página en superficie sensible. Testimoniar así, con lo que queda, con el resto, cumplirme con el contarás mosaico con todo lo que falta, con lo que seguirá faltando”.

Otra escritora, traductora e investigadora argentina, Violeta Bailán nació en Buenos Aires y creció en el seno de una familia con vertientes armenias y alemanas. Estudió historia, arqueología, antropología y humanidades en San Francisco State University (California) y, durante su residencia en Estados Unidos, se desempeñó en diversos ámbitos laborales, educativos y culturales. En 2012 publicó El expediente Glasser, un thriller de ciencia ficción publicado por Dunken. Varios cuentos suyos integran antologías locales y extranjeras. Desde La Cumbre, en la provincia de Córdoba, donde vive, declara: “Se ha dicho que en las obras de los artistas argentinos de origen armenio se observa una mezcla intrigante de pasión y nostalgia. Una mirada acertada. Somos artistas argentinos, orgullosos ciudadanos de esta patria generosa y pujante, y también, hijos de Armenia, descendientes directos de un pueblo prehistórico que desde los orígenes de la humanidad vivió entre oriente y occidente, cultivó la tierra, propuso tecnologías, forjó la historia misma cuando inventó la escritura con 36 fonemas expresados en cuneiforme y alcanzó la síntesis del arte influenciado por el tránsito de vecinos y conquistadores.  Un pueblo que sufrió mucho a lo largo de la historia. Cuando llegaron a la Argentina entre 1920 y 1940, nuestros padres y abuelos armenios huían de las inclemencias políticas que desencadenaron los horrores del genocidio de 1915. Como otros inmigrantes, los armenios vinieron a comenzar una nueva vida, a trabajar, criar y educar a sus hijos. Y nosotros aprendimos de ellos la tradición del esfuerzo, el trabajo, honor y alegría. Al igual que nuestros antepasados, en el arte encontramos la mejor forma de contar nuestra herencia, resignificada por nuestra argentinidad”.

La literatura, la música, el teatro, las artes visuales y la filosofía se enriquecieron de manera notable con la mirada inusual, el talento y la distinción de los herederos de una cultura milenaria que encontró espacios de creatividad y desarrollo al sur de América del Sur.

Algunos artistas argentinos de origen armenio...

Artistas Plásticos

Jorge Demirjian, pintor
Gladys Apkarian, artista plástica
Alejandro Avakian, pintor
María Bedoian, artista plástica
Marila Beredjiklian, artista plástica
Beatriz Margossian, artista visual
Marcela Manoukian, artista plástica

Escritores

Ezequiel Alemián, poeta
Juan Carlos Balassamian, escritor
Diego Tatian, escritor, ensayista, docente y decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de Córdoba

Artes Teatrales

Julian Mardirossian, actor y productor/director teatral
Alejandro Tantanian, autor, actor, director teatral
Martín Adjemián, actor

Músicos

Alicia Terzian, compositora, directora de orquesta y musicóloga
Pedro Santiago Chotsourian, director de orquesta
Juan Yelanguezian, compositor y poeta
Valeria Cherekian, cantante de tango y música folclórica armenia


María Cristina Kasem, compositora y violinista























10 de abril de 2015

Just Olga

Olga's things: writing, reading, stories, life  
El blog de  la escritora Olga Núñez Miret
presenta a Violeta Balián

 

















José Fernando Veglia  en  PERIODICO IRREVERENTES.ORG



José María Marcos (Editorial Muerde Muertos - mayo 2013)


Mi relato “Lorna” (homenaje al cineasta Jesús Franco) apareció en la edición Nº 126 de miNatura, dirigida por Ricardo Acevedo E. y Carmen R. Signes Urrea, en un dossier sobre fobias, con autores de Argentina, Brasil, España, Perú, Grecia, República Dominicana, Cuba, Puerto Rico, Uruguay, México, Colombia y Honduras. La ilustración de la portada pertenece a Vaggelis Ntousakis  (Grecia). De Argentina, hay cuentos de Federico Miguel Aldunate (“Tiempos Psimodernos”), Sebastián Ariel Fontanarrosa (“Experimento FID. Fobia Izquierda-Derecha”), Pablo Martínez Burkett (“Un estricto apretón de manos” y “Hacia un mundo de sombras subterráneas”), Graciela Marta Alfonso (“Cuentos de Espejos: Alba”), Ernesto Parrilla (“Vértigo”), Majo López Tavani  (“Cenicienta tapo mi boca”), Lucila Adela Guzmán (“Alarmada”), Diana Beláustegui (“Fobias”), Patricia Nasello (“Espíritu de grandeza”), Ana María Shua (“La maldición”), Violeta Balián (“Una noche de ballet en el Metropole” y “El número”), Carlos Suchowolski (“Advertencia”), Juan Guinot (“Depilación de bañera”) y Juan Manuel Valitutti (“Rapto”).

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